Inevitable, todo aquel que tiene un familiar, o amigo cercano, médico, plomero, ingeniero, psicólogo o mecánico, lo llama para una rápida consulta, o el rápido asesoramiento en caso de una emergencia. Poco importa que se trate de un traumatólogo, pero bienvenida es la atención y recomendación que pueda hacer en el caso de una sorpresiva crisis hipertensiva, elevada y aguda la presión arterial como las tarifas de una hospital privado, o el tiempo de espera para la efectiva evaluación en una clínica pública.
Muy afortunado fue, quien tuvo a un profesional de la salud en los tiempos de la consabida pandemia y, de hecho, el suscrito contó con la inmensa generosidad de la médico y amiga que, por WhatsApp, nos orientó y recetó para la superación del Covid-19 en casa, aunque ella misma atravesaba el virus por esos días, algo de lo que después nos enteramos.
Poco importa la distancia para la consulta, encontrándose el profesional en la misma localidad, región o país, siendo no pocas las veces residente en el exterior. Digamos, hay un servicio filial o afectivo de telesalud por obra de las facilidades que ofrece el mundo digital, pues, resulta difícil que nuestra diáspora hubiese tenido que entenderse con el país natal a través de lo que se llamó el Discado Directo Internacional (DDI) y sus precios.
Comprendemos, una de las disciplinas más difíciles de ejercer en España, por citar un caso, es la psicología, por cierto, muy cara la consulta y el tratamiento, siendo difícil la homologación o revalidación de título, distinto al ejercicio de la psiquiatría, pues, al fin y al cabo, son médicos. Además, aparentemente, ha sido más fácil para un médico u odontólogo, comenzar como camillero o asistente, bregando por un pleno reconocimiento de sus acreditaciones hasta desempeñarse como profesionales, incluyendo a los de la enfermería, como difícilmente puede hacer un psicólogo o psicopedagogo titulado.
Ahora bien, respeto al exterior al igual que el interior venezolano, creemos posible la idea de organizar un voluntariado que atienda puntuales vicisitudes de los nuestros, acá, con la intermediación de una organización altruista especializada de una irrefutable trayectoria y reputación. Posiblemente, no tratamos de las consultas forzosamente presenciales para la evaluación y el tratamiento, como suele ocurrir, pero sí de una orientación necesaria y básica que tienda la comunicación – a modo de ilustración – entre Madrid y Upata, Caracas y Achaguas, Barcelona y Soledad: por ejemplo, ¿una hora de consulta informativa previamente convenida de un paciente con un terapeuta, nutriólogo, o nefrólogo que pueda derivar en un proceso alternativo y presencial de diagnóstico, tratamiento y evaluación?, ¿una opción para nuestros sectores de mayor vulnerabilidad social que ya le dio alcance a la clase media?, ¿la prestación de un servicio cívico y solidario de nuestros profesionales que atraviesan también las circunstancias difíciles de hallarse en el exterior y, aún más, en Venezuela?